martes, 18 de septiembre de 2007

Xi'an (2)

01-09-2007

Nuestro segundo y último día en Xi'an. Nos levantamos y fuimos a desayunar al bar del hostal. Tras el desayuno, bajamos a la recepción y nos juntamos con las otras personas del hostal con las que íbamos a ir al tour. Subimos al autobús, que venía de otros hostales de recoger a más gente, y nos pusimos en marcha. El recinto del ejército de terracota está situado a unos 40 km del centro de Xi’an, por lo que teníamos una buena tirada. Lo primero que visitamos fue el yacimiento neolítico de Bampo, de escaso interés para nosotros, donde estuvimos algo más de una hora. Después de esto, visitamos la fábrica de réplicas de los guerreros de terracota, que como se puede imaginar, tiene menos interés que el yacimiento neolítico. En ese momento la gente se empezó a mosquear, ya que te venden una visita guiada al ejército de terracota, pero de momento no hacían más que marearnos e intentar vendernos cosas. Allí nos hicimos estas tres fotos que he montado en una sola:



Después de la fábrica de réplicas fuimos a comer (como no, a un sitio que ya tenían concertado). La comida nos costó 30 yuanes por cabeza y no estuvo nada mal. Después de comer fuimos por fin a ver el ejército de terracota. Entramos al recinto y varios elementos armados con sillas de ruedas asediaron a una compañera del autobús que iba con muletas. La guía le recomendó que pagara (pedían 100 yuanes), ya que iba a tener que andar mucho. Ella se quejaba amargamente de que nos habían estado mareando por una mierda de villa neolítica y que ahora venían con la historia de que se iba a cansar. Con unos pocos regates lo dejó el 60 yuanes.
Desde la entrada al recinto, había que coger un minibús que costaba 5 yuanes (nuevamente, los pagos por partes). Una vez allí, la guía nos explicó que había tres recintos. Ella nos dejaría en el primero después de la proyección de una película explicativa, y después recorreríamos por nuestra cuenta el resto hasta el final. Puso una hora a la que quedaríamos en una cafetería para volver a Xi’an. Después de ver cuatro mierdas de huesos y piedras, a cuatro subnormales haciendo réplicas de los soldados y de obligarnos a comer en un restaurante, disponíamos de poco más de una hora para ver el descubrimiento arqueológico más importante del último siglo!!!! Y encima íbamos sin guía!!!!





Durante ese tiempo, estuvimos recorriendo las tres naves, de las que la que más merece la pena es sin lugar a dudas la primera, y no pudimos ir al museo que tiene unas cuantas reliquias encontradas en el yacimiento. A la hora fijada estábamos todos en el punto de encuentro… pero no nos íbamos, la señora esperaba que nos tomáramos algo en el bar!! Pero lo peor estaba por llegar. Pregunté a la guía si nos íbamos ya a Xi’an y me respondió que todavía nos quedaba una visita, a una fábrica de seda. Cuando se lo comuniqué a otros compañeros del grupo, comenzó el motín. Hablamos todos y quedamos en que no queríamos ir a esa visita, así que unas chicas estadounidenses se lo dijeron a la guía. Ella respondió que teníamos que comprender su trabajo, que tenía que hacer el recorrido entero. Fuimos a la fábrica y nadie se bajó del autobús. La guía volvió a subir y nos repitió lo que nos había dicho anteriormente. Dijo que podíamos resumir la visita en 30 minutos. Increíble, una hora para el ejército de terracota y media (después de resumir) para ver como cuatro monos hacen edredones de seda. Le dijimos que 10 minutos, así que entramos todos, no hicimos ni caso al pobre hombre que nos intentaba explicar el funcionamiento de la fábrica y por fin volvimos a Xi’an.
Llegamos al hostal sobre las 6 de la tarde. A las 20:16 salía nuestro tren a Beijing, así que en el tiempo que nos quedaba en Xi’an fuimos a ver la Gran Mezquita, que estaba muy cerca. Después de esta visita rápida a la mezquita, volvimos al hostal y recogimos nuestras cosas. Allí vimos a las dos chicas americanas con mala cara hablando con el personal del hostal. Habían perdido una riñonera en la que tenían sus pasaportes, así que no podían continuar su viaje hacia Beijing (iban a ir en el mismo tren que nosotros) hasta que solucionaran su problema.
Cogimos un taxi hasta la estación de tren (también le costó bastante esfuerzo al taxista comprenderlo), y en diez minutos llegamos al que probablemente sea el lugar más caótico que he visto. Varios miles de personas armadas con maletas, bolsas y cajas de todo tipo intentábamos pasar por una puerta. Tras recibir unos cuantos empujones de los chinos y demostrar que nosotros también sabemos empujar, llegamos a la puerta. Buscamos nuestro tren y vimos que tenía una sala de espera con acceso al andén para él solo. Nos sentamos a esperar y decidimos comprar algo para cenar. Vimos que muchos chinos llevaban unos noddles que se preparaban echando agua caliente, así que compramos tres de diferentes sabores. Como sólo costaban 4 yuanes cada uno, nos podíamos arriesgar.
Finalmente llegó la hora de subir al tren, así que cuando abrieron la puerta, se formó otro caos para ir al andén. Una vez en el andén, localizamos nuestro vagón (el tren era largísimo) y nuestro compartimento, con la incertidumbre de quién sería nuestro compañero (teníamos tres camas en un compartimento de cuatro, así que a alguien nos meterían. Dejamos nuestras cosas debajo de las camas y, mientras descubríamos todo lo que había en el compartimento, apreció una chinita de metro y medio, muy joven (unos 17 o 18 años) y con una gran cara de susto al ver a los tres energúmenos de ojos grandes con los que iba a compartir la noche. Detrás de ella venía su madre, que no tenía cara de susto sino de auténtico pánico. Después de un rato en el que la cara de la señora no mejoró, las dos se fueron a la puerta del tren. Era la hora de salida y de su despedida. Cuando el tren se puso en marcha, la madre se quedó en el andén con la misma cara de preocupación-pánico, y la chinita volvió secándose lágrimas de los ojos (espero que producidas por la despedida y no por nuestra causa).
Le pregunté si hablaba inglés y me dijo que un poco (era realmente poco), así que estuvimos un hablando un poco con ella. Nos contó que era estudiante de finanzas, y que iba a Beijing a la universidad (era la noche del sábado 1 al domingo 2 de septiembre, supongo que el curso empezaría el lunes). Después de unos minutos de conversación con ella, cogió su móvil y se puso a mandar un mensaje… supongo que para informar de que éramos aparentemente pacíficos.
Después de esta conversación con nuestra compañera, nos dispusimos a cenar los suculentos noddles que habíamos comprado en la estación. Abrimos uno y vimos su contenido: los noddles apelmazados listos para ser calentados con agua, sobres con ingredientes para echar y un tenedor. Preguntamos a nuestra compañera y nos dijo que teníamos que echar agua caliente. ¿y de dónde sacamos agua caliente en un tren? La chinita fue a preguntar al revisor (cada vagón del tren tiene una persona que hace las labores de revisor, conserje y hasta de guarda de seguridad. Resulta que todos los vagones tienen en un extremo unos grifos de agua fría y caliente. Echamos agua caliente a los noddles y lo dejamos unos minutos. Cuando nuestra compañera nos vio aparecer con ello se partía de la risa. No habíamos echado suficiente agua, ni los ingredientes que había que echar. Nos ayudó a prepararlos y por fin pudimos empezar a cenar. Cuando acabamos con el primer recipiente, seguimos con el segundo y el tercero.


Nuestra compañera alucinaba. Como todavía era muy pronto para acostarnos, fuimos al bar del tren a tomar unas cervezas, por las que nos cobraron 15 yuanes cada una. Después de un rato en el bar (en el que sólo había personal del tren además de nosotros, fuimos a la cama. El tren (Z20) no hace paradas, así que por lo menos pudimos dormir medianamente tranquilos.

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