Beijing (4)
05-09-2007
Nuestro último día completo en la capital de China.
Queríamos ir a ver el Templo de los Lamas, el Templo de Confucio y las torres de la campana y del tambor.
Las entradas a los templos de los Lamas y de Confucio nos costaron 25 y 30 yuanes respectivamente. No me voy a extender comentando las visitas. Entre los dos templos y las torres (a las que no entramos), echamos la mañana. Después, nos dedicamos a andar por unas callejuelas y acabamos en un lago en el que había gente nadando e incluso alguno haciendo windsurf.
Después de este paseo, fuimos a comer. Nos metimos en el primer sitio que vimos con pinta de restaurante. El sitio parecía caro, pero ya que estábamos dentro y teniendo en cuenta que era tarde, nos quedamos. El comedor era un salón con varias estancias, con mesas bajas y en medio había una jaula con un loro que decía nihao (hola) cada vez que pasaba alguien. Al final no resultó ser tan caro como parecía (131 yuanes entre los tres). Cuando pedimos la cuenta, nos la trajo la dueña del restaurante. Era una señora bastante mayor, muy simpática y que hablaba un buen inglés. Nos dio una hoja con unos símbolos chinos y nos dijo que era un regalo que hacía ella a sus clientes.
Después de comer, volvimos al mercado de la seda. Esta vez fuimos en metro y vimos que se podía salir directamente desde el metro al mercado. Después de duras negociaciones compramos unas cuantas camisetas y corbatas. Además, yo compré un cinturón y dos relojes (uno para mí y otro para Juan, el número guan).
Después de estas compras, estábamos agotados de pelearnos con los vendedores, así que decidimos volver a la tranquilidad del hostal. Llegamos pasadas las siete, miré el correo y vi que me había escrito Alex. Me daba su teléfono y quedamos en que le llamaría cuando estuviéramos en Hangzhou.
Estuvimos un rato descansando en el hostal y fuimos a cenar al mismo sitio donde comimos el día anterior. Después de cenar, volvimos al hostal donde nos encontramos con unos cuantos de la tropa española que habían ido a cenar al mercadillo de bichos. Estuvimos tomando unas cervezas con ellos y nos fuimos a la cama (sin ellos).
06-09-2007
Nos levantamos, desayunamos y fuimos a la recepción del hostal para hacer el check-out. Allí mismo contratamos un taxi para que nos llevara al aeropuerto a las 15:30 (140 yuanes). Fuimos a conocer el mercado de las perlas, que es bastante más tranquilo que el de la seda, y compramos unas camisetas en las que pone algo en chino... a saber lo que pondrá. Después, volvimos a la zona del hostal y estuvimos dando una vuelta por los hutong de los alrededores, donde las instalaciones eléctricas tienen esta pinta tan buena:
Paramos en uno de los muchos puestos callejeros en donde venden rodajas de melón. Al preguntarle el precio al vendedor, nos dijo que dos yuanes cada uno, a la vez que llegaba un chino, cogía un trozo de melón, le daba un billete de un yuan y se iba. Le hice ver que nos habíamos dado cuenta de la jugada, cogimos tres rodajas, le dimos tres yuanes y el hombre no dijo ni una palabra.
Ya casi a la hora de comer, paramos a tomar unas cervezas en una terraza de alto standing, como se puede comprobar en el vídeo que sigue.
Volvimos a comer al mismo sitio donde cenamos el día anterior, y después fuimos al hostal, donde ya nos estaba esperando el taxi. Llegamos al aeropuerto dos horas antes de nuestro vuelo a Hangzhou, facturamos y salimos puntuales.
Nuestro último día completo en la capital de China.
Queríamos ir a ver el Templo de los Lamas, el Templo de Confucio y las torres de la campana y del tambor.
Las entradas a los templos de los Lamas y de Confucio nos costaron 25 y 30 yuanes respectivamente. No me voy a extender comentando las visitas. Entre los dos templos y las torres (a las que no entramos), echamos la mañana. Después, nos dedicamos a andar por unas callejuelas y acabamos en un lago en el que había gente nadando e incluso alguno haciendo windsurf.
Después de este paseo, fuimos a comer. Nos metimos en el primer sitio que vimos con pinta de restaurante. El sitio parecía caro, pero ya que estábamos dentro y teniendo en cuenta que era tarde, nos quedamos. El comedor era un salón con varias estancias, con mesas bajas y en medio había una jaula con un loro que decía nihao (hola) cada vez que pasaba alguien. Al final no resultó ser tan caro como parecía (131 yuanes entre los tres). Cuando pedimos la cuenta, nos la trajo la dueña del restaurante. Era una señora bastante mayor, muy simpática y que hablaba un buen inglés. Nos dio una hoja con unos símbolos chinos y nos dijo que era un regalo que hacía ella a sus clientes.
Después de comer, volvimos al mercado de la seda. Esta vez fuimos en metro y vimos que se podía salir directamente desde el metro al mercado. Después de duras negociaciones compramos unas cuantas camisetas y corbatas. Además, yo compré un cinturón y dos relojes (uno para mí y otro para Juan, el número guan).
Después de estas compras, estábamos agotados de pelearnos con los vendedores, así que decidimos volver a la tranquilidad del hostal. Llegamos pasadas las siete, miré el correo y vi que me había escrito Alex. Me daba su teléfono y quedamos en que le llamaría cuando estuviéramos en Hangzhou.
Estuvimos un rato descansando en el hostal y fuimos a cenar al mismo sitio donde comimos el día anterior. Después de cenar, volvimos al hostal donde nos encontramos con unos cuantos de la tropa española que habían ido a cenar al mercadillo de bichos. Estuvimos tomando unas cervezas con ellos y nos fuimos a la cama (sin ellos).
06-09-2007
Nos levantamos, desayunamos y fuimos a la recepción del hostal para hacer el check-out. Allí mismo contratamos un taxi para que nos llevara al aeropuerto a las 15:30 (140 yuanes). Fuimos a conocer el mercado de las perlas, que es bastante más tranquilo que el de la seda, y compramos unas camisetas en las que pone algo en chino... a saber lo que pondrá. Después, volvimos a la zona del hostal y estuvimos dando una vuelta por los hutong de los alrededores, donde las instalaciones eléctricas tienen esta pinta tan buena:
Paramos en uno de los muchos puestos callejeros en donde venden rodajas de melón. Al preguntarle el precio al vendedor, nos dijo que dos yuanes cada uno, a la vez que llegaba un chino, cogía un trozo de melón, le daba un billete de un yuan y se iba. Le hice ver que nos habíamos dado cuenta de la jugada, cogimos tres rodajas, le dimos tres yuanes y el hombre no dijo ni una palabra.
Ya casi a la hora de comer, paramos a tomar unas cervezas en una terraza de alto standing, como se puede comprobar en el vídeo que sigue.
Volvimos a comer al mismo sitio donde cenamos el día anterior, y después fuimos al hostal, donde ya nos estaba esperando el taxi. Llegamos al aeropuerto dos horas antes de nuestro vuelo a Hangzhou, facturamos y salimos puntuales.
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