El viaje de vuelta
11/09/2007
Por desgracia el viaje ya llegaba a su fin, aunque todavía nos quedaba un largo día con dos vuelos. El primero salía de Shanghai hacia Helsinki a las 10 de la mañana. En el hostal nos habían metido un poco de miedo en el cuerpo al decirnos que podría haber mucho tráfico por la mañana y que podríamos tardar cerca de hora y media en llegar al aeropuerto, así que nos levantamos a las cinco de la madrugada (todavía eran en España las once de la noche anterior), y a las cinco y media ya estábamos cogiendo un taxi. Como suele ocurrir en estos casos, no había nada de tráfico así que a las 6:10 ya estábamos en el aeropuerto. Pagamos los 152 yuanes que marcaba en taxímetro y nos dirigimos a la zona de facturación. Localizamos nuestro mostrador y, como vimos que ya se empezaba a formar cola, nos pusimos al final. El mostrador abrió a las siete, tres horas antes del vuelo, y para entonces la cola ya era muy larga. Por suerte nosotros estábamos al principio y facturamos pronto. Nos dieron las tarjetas de embarque para los dos trayectos y, mientras nos íbamos, oímos como nos llamaba la chica del mostrador. Por lo visto el escáner había detectado algo sospechoso en mi maleta. Me pidió la tarjeta de embarque y me dijo que tenía que ir a una sala adyacente donde la policía abriría mi maleta.
Fui a la sala y ya tenían allí la maleta, junto con una pantalla en la que se podía ver la imagen del escáner y la zona sospechosa. Era justamente en el neceser (donde había guardado los relojes de imitación). Un poco acojonado y pensando que me iban a decir algo o incluso multarme por llevar imitaciones, abrí la maleta. Cuando la policía abrió el neceser y revisó los líquidos y los relojes, me dijo “OK”. Supongo que el escáner había detectado líquidos junto a maquinaria y eso seguirá el patrón de candidato a bomba.
Después de esto, recuperé mi tarjeta de embarque y nos dirigimos a los controles de seguridad, tras los cuales llegamos a la zona de embarque. Allí, cambiamos los yuanes que nos quedaban y esperamos a la salida del vuelo, que fue perfectamente puntual.
El avión era un Airbus A-340, con pantallas individuales en el respaldo de cada asiento. En ellas se podían ver muchas películas y jugar a juegos. Gracias a esto, el vuelo de casi diez horas hasta Helsinki se nos hizo más corto. En Helsinki esperamos algo más de dos horas a la salida del vuelo a Madrid, que también fue puntual. Este vuelo se nos hizo bastante largo porque ya llevábamos muchas horas a nuestras espaldas (nuestros culos más bien). A las ocho y veinte de las tarde aterrizamos en Madrid. Recogimos nuestras maletas, nos despedimos y cada uno cogió un camino hacia su casa, en mi caso en autobús. Por fin en casa, tocaba descansar, ver las fotos y contar aventuras, tanto en persona como en este blog.
Por desgracia el viaje ya llegaba a su fin, aunque todavía nos quedaba un largo día con dos vuelos. El primero salía de Shanghai hacia Helsinki a las 10 de la mañana. En el hostal nos habían metido un poco de miedo en el cuerpo al decirnos que podría haber mucho tráfico por la mañana y que podríamos tardar cerca de hora y media en llegar al aeropuerto, así que nos levantamos a las cinco de la madrugada (todavía eran en España las once de la noche anterior), y a las cinco y media ya estábamos cogiendo un taxi. Como suele ocurrir en estos casos, no había nada de tráfico así que a las 6:10 ya estábamos en el aeropuerto. Pagamos los 152 yuanes que marcaba en taxímetro y nos dirigimos a la zona de facturación. Localizamos nuestro mostrador y, como vimos que ya se empezaba a formar cola, nos pusimos al final. El mostrador abrió a las siete, tres horas antes del vuelo, y para entonces la cola ya era muy larga. Por suerte nosotros estábamos al principio y facturamos pronto. Nos dieron las tarjetas de embarque para los dos trayectos y, mientras nos íbamos, oímos como nos llamaba la chica del mostrador. Por lo visto el escáner había detectado algo sospechoso en mi maleta. Me pidió la tarjeta de embarque y me dijo que tenía que ir a una sala adyacente donde la policía abriría mi maleta.
Fui a la sala y ya tenían allí la maleta, junto con una pantalla en la que se podía ver la imagen del escáner y la zona sospechosa. Era justamente en el neceser (donde había guardado los relojes de imitación). Un poco acojonado y pensando que me iban a decir algo o incluso multarme por llevar imitaciones, abrí la maleta. Cuando la policía abrió el neceser y revisó los líquidos y los relojes, me dijo “OK”. Supongo que el escáner había detectado líquidos junto a maquinaria y eso seguirá el patrón de candidato a bomba.
Después de esto, recuperé mi tarjeta de embarque y nos dirigimos a los controles de seguridad, tras los cuales llegamos a la zona de embarque. Allí, cambiamos los yuanes que nos quedaban y esperamos a la salida del vuelo, que fue perfectamente puntual.
El avión era un Airbus A-340, con pantallas individuales en el respaldo de cada asiento. En ellas se podían ver muchas películas y jugar a juegos. Gracias a esto, el vuelo de casi diez horas hasta Helsinki se nos hizo más corto. En Helsinki esperamos algo más de dos horas a la salida del vuelo a Madrid, que también fue puntual. Este vuelo se nos hizo bastante largo porque ya llevábamos muchas horas a nuestras espaldas (nuestros culos más bien). A las ocho y veinte de las tarde aterrizamos en Madrid. Recogimos nuestras maletas, nos despedimos y cada uno cogió un camino hacia su casa, en mi caso en autobús. Por fin en casa, tocaba descansar, ver las fotos y contar aventuras, tanto en persona como en este blog.
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